Nada va cambiar, todo va ser igual, o peor que antes para muchos; unos cuantos se harán de nuevas fortunas, a nombre de la “DEMOCRACIA”, el pueblo; seguirán igual o peor que antes.
No es cuestión de suerte, o mala suerte;
mientras no cambiemos la forma de pensar de la mano de una verdadera reforma
educativa, y de la salud, nada va cambiar en nuestro país.
Así está escrito, el destino de este, o
cualquier país del mundo, que se jacte de tener tantos, tantos recursos
naturales, al no tener los conocimientos de administrarlos: con honradez y sabiduría,
los cambios de gobierno no significaba nada; porque los ladrones no tienen ideologías,
y compromisos con nadie, que no sea consigo mismo.
Al pueblo le seguirán ofreciendo los
gobiernos de turno: circo y fiestas; donde le emborrachen; porque así nos tienen
entretenidos, los vividores, y picaros, que se hacen del poder político, y crean en su mente, ideas ratoniles, que obteniendo
el voto, el voto con engaños y trafasías; es verdad que se hacen del poder político
y del estado; pero no les da la legitimidad moral para gobernar.
Lo lamentables, es; cuando nos damos cuenta
del juego sucio, en que nos han metido, es demasiado tarde para rectificar, y
terminamos convirtiéndonos en complicas de los sus actos delincuenciales y corrupción,
que nos sumen cada día, más en la pobreza.
Sabemos que nunca han respetado nuestra
voluntad, siempre ganan robando votos y haciendo fraudes; lo lamentables es ,
que utilizan a nuestra propia gente, la gente del pueblo, que los compran fácilmente
por unos cuantos dólares, o quizá un puesto público; donde puedan hacer
contratos públicos con sobre precios.
Mientras tanto el pueblo, sigue creyendo en
los milagros; siguen acudiendo a las urnas a dar su voto, esperando cambiar su
suerte y del país, otros más vivos e inteligente, mejor acuden donde los
adivinadores, que después de toda campaña electoral, se convierten, en los
consejeros de quienes están al frente del gobierno.
Sus palabras son tan proféticas y consoladoras,
que mejor nos vamos a pegarnos una grandísima borrachera; nos golpeamos el
pecho, nos jalamos los cabellos, y proferimos
maldiciones, que pronto olvidamos; cuánto mal hacemos al pueblo, por nuestros
errores; para favorecer los que nos vienen
gobernando por generaciones.
Mientras tanto los desnutridos niños, los
viejos enfermos, siguen muriendo, los jóvenes caminan perdidos, otros mendigando
en las calles, esperando pase el presidente y le regale una limosna.
Nemo Domínguez Mejía
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