Los tanques
de guerra, rodaban la avenida Maldonado de la capital del Ecuador, a paso de
vencedores seguían: reclutas y soldados vestidos de camuflaje, cargados viejos
rifles de la guerra del 41, al mando de sus comandantes de brigadas, tras una victoria
al fin.
Vivíamos,
uno de los últimos gobiernos del viejo caudillo, Don. José María Velasco Ibarra,
muy conocido por la chusma de la 24 de Mayo, Cumandá, San Roque, El tejar; cada
vez, que le daban un golpe estado, ellos salía a dar el respaldo: La que vende
mote, con chicharrones, la que las tardes, en la esquina de Luluncoto, vende Tripa
mizque, el lustra vota de la Plaza Grande, y los amigos, ya conocidos de mama
lucha.
Por aquellos
tiempos, no se podía salir a las calles, cada vez que se les ocurría dar golpe
de estado, los militares; más aún, estábamos en pleno carnaval, jugando con la
vecina del barrio, recién aprendiendo a dar los primeros pasos de aprendiz de galán;
ella, era una niña muy hermosa: ojos color de la piedras esmeralda, su cabello
rubio, su piel era tan blanca que hacía de ella un verdadero Ángel, yo la
adoraba; para mí era mi vida, mi futuro.
En esos
tiempos no se sabía de futuro, que no
sea: jugar, estudiar y andar tras las chicas de los colegios o las vecinas de
los barrios; donde los guambras se organizaban en verdaderas bandas, para no permitir que
llegue; cualquier hijo de vecino, y se nos quite a nuestras amigas de toda la
vida.
No recuerdo,
el nombre de aquella niña, que me quitaba los sueños en las noches, cuando iba
a dormir y muchas noches, cansado de pensar en ella, me quedaba dormido y soñaba
en ella.
¡Que bella niña! Solo pensaba en ella, le escribía
versos de amor, subía al a terraza donde vivía ella, y declama verso a ella,
nunca supe si me escuchaba, en las noches de luna llena y el cielo, inundado de
estrella, le decía a ella, que si solo saliera por un segundo a la ventana para
que me pudiera mirarla por unos segundos, yo, volaría al cielo y cogería las
estrellas; para hacer un collar de estrellas y le pondría en su cuello.
Recuerdo y
nunca me olvidaría; cuando dije aquello, salió corriendo la niña de mis sueños,
y me dijo si soy capaz de eso, que haga y me daría un beso, la mire y ella me miro, no sabía, si llorar de la
felicidad por verla, o llorar de pena por lo ella me dijo; sabiendo que tan
solo era una metáfora, que me salió de los labios y me corazón enamorado, y
nunca podría cumplirlo, a menos que me moriría y sea mi alma la que volaría,
hasta alcanzar las estrellas; pero de muerto de que serviría, si no le puedo
tener a ella; para darle un beso, acariciar su cabello de rayos de luz y
acariciar sus blanca piel, como copos de nieve, que solo conocía en las películas
que debes en cuando podía mirar, cuando podía
ir a ver en el teatro bolívar.
Tiros y estruendosos
truenos se escuchaba, en el cielo del centro; donde los militares: soldados, sargentos,
tenientes, capitanes, al mando de sus gloriosos batallones, se jugaban la vida,
por hacerse del poder, y apoderarse de los nuevos pozos petroleros, que
comenzaron a explotar, en el oriente ecuatoriano.
Por fin, se
escucha en el noticiero de última hora, seguido de una marcha militar, que nos
paraba los pelos de punta de emoción, y suspenso; anuncian, noticia de último minuto
y fresquita: Habla el nuevo presidente de la república del petróleo.
La paz y la
esperanza, vuelve a nacer, en la mente y corazón del pueblo ecuatoriano, con la
ausencia del viejo tirano y caudillo, que lo hemos enviado al buenos aires
querido de Argentina, desterrado para que nunca más vuelva, el viejo presidente
de esta república del albañil, el cargador y lustra votas.
Porque hoy,
nace la nueva república del petróleo, que traerá el progreso y riqueza para
todos sus gobernantes y gobernados, vamos hacer justos y equitativos, todos lo
que ganemos, vamos repartirnos; una parte para mis compañeros generales y
tropa, lo que sobre, ya saben a quién. Todos se miraron, y un silencio profundo
y meditado en los compañeros de armas de los presentes; nadie hablo, de pronto
alguien aplaudió, y todos aplaudieron a rabiar; un oficial que estaba distraído,
le pregunta a un recluta.
Recluta infórmeme,
que dijo mi general presidente.
Si mi general
brigadier, le informo que le señor
presidente, no leva dar nada del pastel.
Recluta,
informe a la tropa que nos retiramos y le retiramos, el apoyo de mi brigada y
compañeros de promoción, al presiente, por no estar en total desacuerdo con sus palabras y decisiones.
Tanques,
tanquetas, reclutas y soldados, se
retiran de la plaza grande, no hubo una sola baja; pero muchos tiros al aire y
las paredes del alrededor del viejo palacio de gobierno, se recogen a sus
cuarteles.
Yo, guambra
estudiante, aprendiz de enamorado, no comprendía lo que estaba pasando, más
estaba interesado que no haya clases, que en el golpe de estado, y me flotaba
las manos; porque el próximo lunes, armaremos el zafa rancho en las calles del
centro de Quito; para en la tarde; sudoroso, cansado, cargado mi mochila en la
espalda, pasar frente a la casa de mi vecina y verla…