¡Qué bien!, que hable alguien, que alguien diga palabras, y escuchen, no siempre es así; hablan y hablan, todos hablan, finalmente se van, o no entendieron, en muchas de las veces: unos quedan satisfechos, otros tristes, los últimos que salieron; critican, y dicen que no volverán.
Mientras alguien habla, escuche muy atentamente,
no importa que no entienda, ¡escuche! No muy distantes otros pasan, no escuchan
y a muchos de ellos, no les importan lo que puedan están hablando.
La vida siempre, será como es: unas veces
blanco y negro; otras veces como nos gustaría que fuera; como es la vida, de
esas muy pocas veces, recordamos a los hablantes, pero si, alguna palabra que
nos molestó, o nos hizo sentir felices y hasta nos reímos.
Como extrañamos a los que hablan, cuando estamos
solos, y nos ponemos a recordar cada palabra
que hablaron, y vamos repitiendo como que queremos aprender hablar como ellos:
recordando cada gesto y cada detalle: recuerdo esos silencios, a estas alturas
de la vida, no me importa lo que hablaron; ellos nos entretuvieron, y por
momentos nos hicieron sentir felices, otras veces nos hicieron recordar, hasta
nos sacaron de nuestras compostura de hombres tolerantes, pacientes, y nos
hicieron enojar.
Pasan los años, nos sentamos en la mesa, en
mucho de los casos: solos con una tasa
de café, si todavía podemos tomar un café; nos ponemos a mirar la pared, y
recordamos las palabras de los amigos que se fueron, o se han muerto, y sonreímos,
movemos la cabeza; como dándole razón de todo lo que dijeron.
Qué tiempos aquellos, por todo nos enojábamos,
más aún, si no querían aceptar nuestras palabras, al fin y acabó, que podrían haber
esperado de mí, un completo ignorante, en aquellos tiempos vanidosos y habladores,
queríamos a todos sorprender, nunca pude, siempre terminaba la posible buena relación
de un buen amigo, o alguien que le gustaba escuchar que hablara.
Han pasado los años, miren ustedes, allí,
en esos mismos lugares, otros se siguen reuniendo, diciendo palabras; parece
que fuéramos nosotros los mismos, jóvenes viejos, que decimos palabras, hasta
el cansancio y fastidio de muchos, al final de la reunión, alguien termina sin
decir una sola palabra.
Ellos, son los critican, con justa razón;
como no les dejamos hablar, quedan para criticarnos hasta el cansancio.
Palabras, siempre palabras, que se dicen y
no se resuelve nada; para que alguien llegue, y ocupe nuestro lugar y continúe
hablando, palabras.
Nemo
Domínguez Mejía
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