De los desheredados, y sin fortunas, van llegando por las cuatro esquinas de la Plaza Grande.
Se paran frente al palacio de Carondelet; unos por mantenerse
en los puestos; otros porque les tomen en cuenta en las nuevas vacantes; la mayoría
de los presentes que asisten, quizá están presentes por ganarse unos cuantos dólares.
Así es como partidarios, y opositores; muestran su
capacidad de convocatoria y respaldo; nos preguntamos muchos ciudadanos
despistados.
¡Dónde salen los dólares para el pago de las movilizaciones!
¡Qué intereses se juegan tras de todo estas marchas y discursos!
En todos los gobiernos, son los mismos que aparecen;
antes eran: conservadores, liberales, comunistas, y populistas; en estos nuevos
tiempos aparecen sus herederos: Partido
Social Cristiano, Socialistas, izquierda democrática, pachakutik,
revolucionarios, que vienen hacer los mismos actores políticos de los últimos cuarenta
años.
Unos cuantos se han hecho multimillonarios; desde los
puestos públicos, la delincuencia, el crimen, y el narcotráfico ha crecido, y
con ello la corrupción en todas las instituciones del estado; donde políticos,
funcionarios de los gobiernos se han visto involucrados, se habla de un narco
estado, que estamos viviendo.
Como nos tienen entretenidos a los millones de
desocupados, sin ninguna esperanza de encontrar trabajos, o crear un próspero
negocio.
Asambleístas electos por los ciudadanos: ignorantones y
comprometidos con los gobiernos corruptos y mafiosos, no quieren fiscalizar y
hacer leyes, que permitan recuperar lo robado.
Caciques, que se creen herederos y dueños de nuestras vidas,
ciudades; se han repartido: puertos marítimos, aeropuertos, minas y pozos
petroleros; crean impuestos, empobrecen a la gente, los principales evasores
del pago de impuestos; reciben condonaciones de sus deudas de los gobiernos de
turno.
Las bullas de las marchas, y gastos al final, terminamos
pagando los más ingenuos, e inocentes contribuyentes; mientras los vividores y
oportunistas, caza fortunas, se pavonean por los corredores del Palacio de
Carondelet, los asambleístas, soñando tumbar al presidente.
NEMO DOMINGUEZ MEJIA
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