Todos los seres vivos y las cosas materiales, encuentran su final; como la misma muerta y la vida; cuando nadie los recuerda.
Todo, absolutamente todo, no pasa de ser
una ilusión, o un espejismos, que se ha creado, y se va desvaneciendo en
nuestra imaginación: en un momento determinado del espacio y el tiempo; donde
todo al final no deja ser; un accidente de los seres vivos que habitamos, en el
accidentado planeta, que creó la materia y la naturaleza; nacida de la
evolución de la materia, o la creación divina de los seres, que desarrollaron: razonamiento
y pensamiento, aferrándose para su subsistencia y sobrevivencia, en sus vagas divinidades
y dioses.
Donde se refugiaron con sus pesares de sus
derrotas; proclamándose vencidos, ante la fuerza demoledora del paso del
tiempo; donde la naturaleza, se proclama vencedora.
Porque la fuerza evolutiva de la
naturaleza, no le detiene las mentes primarias de los seres humanos, que todo
cuanto encuentra lo destruye; por un ego intrínseco y destructivo que lleva en
su naturaleza; desde su misma creación, por su sobrevivencia y subsistencia.
Una cegada ambición, que quiere ser:
superior a la naturaleza, y superior a sus propios dioses; destruye la vida de
sus seres similares, destruye su hábitat natural, con tal empeño y
perseverancia, al fin logra que la naturaleza cambie; como una muestra de su
poder natural, la naturaleza, solo le basta, mover y despertar un virus, o
sacudir unos segundos la tierra; para acabar con su necedad de pretender ser un
dios, entre los dioses, en el planeta.
Nada es cierto, ni eterno en la naturaleza,
y vida de los seres vivos de nuestro
planeta; solo somos unos inquilinos, que llegamos por accidente y estamos de
paso; en nuestro retorno; donde salimos, nada nos llevamos, que no sea lo que
la misma naturaleza nos dio, en el momento de su creación.
Aquí estamos, consientes o inconscientes, siempre
esperando nuestro final de nuestra existencia, y quienes quedan, pronto se
olvidaran que existimos, como los muchos que se fueron, y ya nadie los
recuerda.
Nemo
Domínguez Mejía.
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