Con los zapatos de suela de cuero, pedido prestados a mi vecino; puestos al revés, el día de las elecciones, salgo muy temprano a dar mi voto, en cada elección de las nuevas autoridades que se van elegir; para que rijan los destinos de nuestro pueblo.
Este ritual bárbaro lo vengo realizando;
desde que cumplí mayoría de edad, recordando el consejo de un brujo de mi
pueblo, que cuando era niño le escuche decir a un paisano, llamado: Gelasio,
que de Gelasio y brujo, no tenía, ni sabía nada; simplemente era un vivísimo y
un estafador.
El brujo decía; para que cambie la suerte
del pueblo, todos deben ir a votar, y elegir a las autoridades, con zapatos
prestados y al revés, este ritual vengo realizando los cuarenta y piquitos años
de democracia; desde luego no he perdido la esperanza que se cumpla, el
maleficio del brujo.
Los rituales de hechicería, encantamiento,
los vienen realizando: cada dos y cuatro años, en los sepulcros de sus
cofradías, los sabios y profetas de la política.
Ellos, se han designado por sus propios
derechos; los predestinados a desaparecer pueblos, destruir la naturaleza; a
cambio de sus comodidades: lujos, riquezas, diversiones y su propio bienestar.
El mundo para estos seres inmortales;
embriagados y cegados por la ambición de poder; comienza y termina con ellos.
Levantan templos, en cada esquina de los
barrios pobres del continente; donde acuden a pedir un milagro, no a sus
dioses, sino a sus feligreses, que dejan de comer; para que los dejen sus
diezmos; esperando un milagro de sus
gobernantes, que se vuelven tan pecadores, que se vuelven inmunes a las
alabanzas, que les echan con palabras
soeces; porque no ven los milagros.
¡Que piden! ¡Trabajo! Que les dan a cambio
de trabajo, limosnas, con el nombre de bonos.
¡Que piden! Educación para sus hijos, y les
dan vacaciones indefinidas, hasta que llegan a viejos y finalmente mueren
Nada cambia, nada cambiará, mientras los
que se hacen llamar líderes; dejen de ser recaderos, embaucadores, y siempre le
mientan al pueblo; para a cambio les den unas migajas, y los dueños de nuestras
vidas y el destino, se apoderen de bienes y riquezas de los estados.
Seguiré poniéndome los zapatos prestados de
algún vecino generoso, cada vez que lleguen las elecciones, claro él piensa que
ya estoy loco, y siempre me sigue la corriente.
Mientras camino retorciéndome por los
zapatos apretados y al revés, sigo caminando a dar mi voto, esperando un
cambio, que sé, que nunca se producirá.
Nemo
Domínguez Mejía
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