martes, 5 de octubre de 2021

LAS ROSAS ROJAS

 

Había un pequeño pueblo, construido en las laderas de una montaña, tenía una vista espectacular en los días claros, y noches de luna; se podía mirar, en el horizonte; un mar de nubes blancas.

Cuenta nuestros mayores, que un día, llego un joven de visita de elegante presencia a nuestro pueblo; donde unos amigos, y el, les contaba, que todas las noches, soñaba a una misma: bella y encantadora jovencita, que se enamoró perdidamente; parecía retraído, y era común verle caminar solo: cantando, o silbando, las notas de alguna canción de amor.

Visitaba los recintos, cascadas, se bañaba en las torrentosas, y frías aguas de los ríos, aledaños al pueblo, eran días de verano; en el alba; llegaba una fresca briza, con un aroma de las flores, en las tarde se sentaba bajo las sombras de un viejo laurel frondoso de verdes hojas, con sus ramas cubiertas de musgos, nidos de los pájaros y hormigas que ordenadamente caminaban, llevando pedazos de hojas, alguna cueva que ellos construyeron; mientras veía como los pájaros volvían a sus nidos a descansar.

El enamorado joven, soñaba mirando los bellos paisajes; como pintaba los rayos del sol, antes que llegue la noche; escribía poemas de amor, y los cantaba al viento, que todos los escucharan: los pájaros, los animales del monte, vivían una fiesta  todas las tardes, mientras en el horizonte se perdía el día y llegaba la noche.

 En el miraba; el rostro bello y encantador de la mujer de sus sueños; en las sombras de los arbole, en las nubes viajeras, en los paisajes, en todo lo miraba a ella, él, se había enamorad de la mujer de sus sueños.

 A la vida, decía que sólo le pedía una cosa,  que antes de su muerto, le permitiera conocerla a ella; siguió caminando, nuca dejo de buscarla, por donde iba, siempre se encontraba con las rosas rojas que crecía, en las riveras del camino, no podía creer; si era una maldición, o un mensaje divino, que no pierda la esperanza,  que cuando menos piensa loba encontrar.

 Así, sucedió; nunca la pudo encontrar, camino miles de kilómetros por los insondables caminos de la vida; cuando todos los del pueblo, menos se esperaban, de pronto desapareció de sus vidas, sin saber nunca más, nada de él: si había muerto, o por fin la encontró a la musa de sus sueños y se fue con ella; como costumbre tenia, que en las noches cuando todos dormíamos; el cantaba versos de amor, al viento; decía el, para que se llevara el viento, y cuando llegue, alguna ventana de alguna alcoba la encuentre y le cuente a ella, que no muy distante hay un amante, que se muere de amor.

En el pequeño pueblo, todos lo extrañaban, de una manera inexplicable;  nunca más lo volvieron a ver el sol y la luna, la neblina oscura y fría, no volvió dejar el pueblo; y en las orillas de los camino, comenzaron a crecer: las rosas rojas, con un  cautivar perfume que los hacia enamorar de una manera platónica a los enamorados.

 Dicen las viejas consejeras de los enamorados, que buscan a la mujer de sus sueños, se hizo costumbre y que las rosas rojas, sea el símbolo del amor, en homenaje de ese joven enamorado, que fue encantado por el amor, y se convirtió en el rosal de las flores rojas.

Quien regala una rosa roja/ Se gana un amor/ y un corazón/ que se convierte/ en una canción de amor/ que le canta a la vida/ le canta a su destino/ que le entregue/ a la mujer de sus sueños/ convertida en mujer.

 

Nemo

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