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martes, 9 de febrero de 2021

EL RELOJ DEL TIEMPO

 No marca la hora, con su gallo, que le giran sin control, llevado por el viento, y unas flechas que no señala ninguna dirección; muere lentamente en el olvido, en la copa de la torre de hierro.

Bajo las sombras del centenario, viejo pino; las miradas indiferentes de los transeúntes, vecinos y autoridades responsables de mirar, cuidar, dar mantenimiento y que funcione.

Pasa el tiempo, y ha terminado convertido; como un punto publicitario de algún candidato a la Alcaldía y concejalía, que juró que volvería y la haría funcionar; a quien le puede importar un reloj público, que no da la hora,

Testigo del paso de los enamorados, que se paran en su pie, y se abrazan, se dan besos y se hacen promesas de amarse y ser fieles por toda la vida, y se ríen.

Testigo de la visita a la cárcel de mujeres, de personalidades importantes de los gobiernos de turnos por delincuentes, están prisioneros.

Testigos de madres, con sus hijos cargados en sus espaldas, ofrecen al público, les compren; para ganarse unos centavos: ajo, cebolla, tomate de riñón, y la policía metropolitana, por persigue, y los arrancha.

El enfermo y olvidado reloj del tiempo, testigo de mirar todos los días; como los jóvenes desocupado que no encuentra trabajo; corren arrancándose; una cartera, unos aretes a los descuidados transeúntes, que andan perdidos, sin saber a dónde de ir, ni qué hacer con su vida.  

Ese enfermo y olvidado reloj, es testigo; como venden droga, a los niños y jóvenes, ante la mirada e indiferencia de las autoridades del orden.

Pasa el tiempo, nadie se recuerda que existe un reloj, y un parque del tiempo, que se ha vuelto refugio de los malandrines, que siembran terror a los transeúntes, que llegan del trabajo a sus hogares.

Unos viejos, que juegan en la cancha de cocos, un juego tradicional de la milenaria Parroquia de Chillogallo; le dice a su amigo sordo, que le indique la ahora, por el movimiento de los labios, comprende que le está pidiendo, y se entabla una discusión: esta nueva administración que tenemos en la ciudad; como autoridades, de verdad que ni siquiera pueden arreglar un reloj, “carajo”. Este sí que resultó el más listo de todos los alcaldes; este si va pasar de agache, estos cuatro años, sin hacer nada por la ciudad.

Otro amigo, que por los años está quedando ciego: le dice a su amigo, en buena hora que estamos quedando: ciegos y sordos, estas autoridades, un día de estos, se van llevando; hasta nuestras carteras vacías, por tantos impuestos que tenemos que pagar…

Nemo Domínguez Mejía

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