Miguel, es un amigo que le conozco; desde unos, 50 años; tiene 10 hijos; toda su vida trabajó honradamente: 18:00 horas al día, 7 días la semana.
Fortunato, es un funcionario público, en tercera generación;
su vice abuelo, fue un respetado conserje de uno de los ministerios del
gobierno, en los años cuarenta del milenio
pasado; para jubilarse pidió a su jefe le dé, una pega en la pagaduría del
ministerio de petróleos, a su hijo, más listo; donde aprendió, el arte de
callar y repartir los excedentes de las coimas de las empresas petroleras, que
los dejara, en su cajón de su escritorio, en un sobre manila a reventar; para que
los repartir entre sus colegas de oficina.
Al pasar el tiempo, se convirtió en un próspero banquero,
accionista de las empresas mineras, y socio de los contrabandistas: con puertos
marítimos privados y aeropuertos.
Dicen que es unos de los hombres más ricos del continente, en
las campañas electorales y navidades; reparte a los hijos de los pobres:
caramelos, ropa usada.
En este largo recorrido por los caminos de la vida, tuve el
honor de conocer a Romualdo, es un ciudadano del mundo; cuenta sobre los
países, que ha recorrido; visitando y teniendo muchas aventuras amorosos.
Entre esos viajes, se ha cruzado, con expresidentes de nuestro
país: ministros, expresidentes de los consejos electorales, y muchos de ellos,
buscados por la justicia, por ladrones de los dineros del erario nacional.
Cuenta que dicen ser perseguidos políticos, y están esperando
prescriba los juicios para volver, y lanzarse: Alcaldes, presidentes de la
república, o volver algún ministerio.
Estos son los que hablan de honradez, acusan a la gente del
pueblo: vagos, y dicen que todos los males que le sucede, es nuestra propia culpa;
nos acusan de ser unos pendejos; pendejos, quizá tengan razón; pero no:
delincuentes, narcotraficantes, contrabandistas, nos echan la responsabilidad de
todos los males que le pasa a los gobiernos y el pueblo.
Pasando por la vereda de CNE, aparece mi amigo, Fausto, le
noto muy preocupado, y le preguntó, qué le pasaba, que le veo pálido su rostro
y sus manos hechas puño, temblaba.
Y, ahora, carajo, por quien votaremos: uno ofrece llevarnos al
infierno, el otro mandarnos al purgatorio.
Bueno mi viejo y calvo amigo: Fausto; no tenemos mucho que
escoger: unos nos ofrece mandarnos al purgatorio, y el otro de cajón al
infierno.
Lo mejor es preguntarle:
¿Qué va hacer para darnos trabajo…?
¡Si va gobernar con los mismos, que han robado en todos los
gobiernos!
¡Si recaudará los dineros y los pondrá tras rejas de las
prisiones estatales, a la sarta de ladrones, que roban al pueblo Ecuatoriano…!
Nemo Domínguez
Mejía
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